lunes, 11 de diciembre de 2017

2º Semana de Adviento

Los padres y madres saben muy bien que para alcanzar una equilibrada madurez humana han tenido que respetar la propia personalidad y dejar ser libres a sus hijos conforme se hacen mayores. Cada uno somos un misterio, un ser singular que puede incluso alejarse de sus seres más queridos, de sus padres, igual que puede alejarse de Dios por el pecado. Y en esta experiencia un buen padre/madre, como Dios, vuelve a demostrarnos que ha aprendido a amarnos con pasión y paciencia. Su perdón reconstruye a la persona caída, le sana al permitirle de nuevo confiar en él mismo, porque su Padre sigue confiando en él. Quizá los Reyes Magos no te traigan juguetes si no te portas bien, pero Dios siempre estará dispuesto a abrazarte cuando vuelvas a su casa.
En el cartel de hoy se lee: El amor de Dios es más grande que mis errores“No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores” Mc 2,17. La misericordia de Dios en Jesús es un misterio sobrecogedor para nosotros, deseosos en todo momento de justicia, contemplarla en el portal de Belén es hacer una opción de fe por el amor, aunque su triunfo no sea evidente.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,1-8):
Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.”»
Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»

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