Es posible que para el desarrollo humano, tan sólo haga falta experimentar una pocas frases de amor sincero. Llevamos dos en las semanas anteriores, pero hay tiempo para otra más. Un adulto no estará dispuesto si no siente una llamada, una responsabilidad que se hace pasión: “te necesito” “tu vida es importante, para mi y para otros”. El amor es una de las raras sustancias que cuanto más se gasta más aumenta. Hemos nacido para amar, para ser solidarios de nuestros semejantes, cuanto más desvalido es el sujeto de nuestro amor más generoso se vuelve. Somos llamados a una vocación de servicio a los demás.
Seguramente faltan unas cuantas experiencias del amor fundante del ser humano, pero ya ves de qué va la película: De la Navidad, del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Rom 8, 39. De la historia particular y familiar que cada uno vamos construyendo a nuestro alrededor. Pero tú que miras los carteles, seas alumno, profesor, padre/madre, te pueden sugerir cosas distintas. ¿Cuál es la historia de amor que vives tú en la Navidad, en el mundo, en tu vida, en el cole, en tu casa?
Lectura del santo evangelio según san Juan (1,6-8.19-28):
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?»
Él confesó sin reservas: «Yo no soy el Mesías.»
Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?»
El dijo: «No lo soy.»
«¿Eres tú el Profeta?»
Respondió: «No.»
Y le dijeron: «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?»
Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías.»
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»
Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.»
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.